Festividad de San Cecilio
Rodolfo Gil Griman
El calendario granadino hace saber este día que “Sube la Ciudad al Monte”.
Es la fiesta de San Cecilio una de las más celebradas en Granada, que está bajo el patrocinio de su primer Obispo, y á ella concurre el Ayuntamiento bajo mazas, en cumplimiento del Voto que hiciera en 1599, con motivo de la peste que diezmó la población en tal año. Y como el pueblo funde casi siempre con las expansiones de su fe religiosa sus diversiones profanas, no extraña que el primer día de Febrero siga en animada romería al Municipio, camino del Sacro-Monte, y que convierta en alegre paseo, que dura toda la tarde, las silenciosas alturas de Valparaíso.
El ceremonial comienza á cumplirse la víspera, si bien ya con algunas variantes de cómo está prescrito y se hacía antaño (I)
El 31 de Enero suben solamente los tres Comisarios que el Municipio designa, al Sacro Monte, y el Cabildo de aquella ilustre iglesia, representando por dos Canónigos, devuelve por la tarde la visita a Ayuntamiento.
Este va con solemnidad el día de San Cecilio á la Colegiata famosa, y á recibirlo salen á su encuentro los Comisarios del Sacro-Monte. Por ellos entran acompañados los municipios en la Capilla, y allí se celebra la función consuetudinaria, terminada la cual se da á besar la Reliquia del santo discípulo de Santiago al Ayuntamiento, acercándose los capitulares de dos en dos, y recibiendo de manos de los Canónigos pastillas de incienso y ramos de flores contrahechas.
La fiesta, en la actualidad, no es sino reflejo de su pristino esplendor, veneración y entusiasmo.
Mientras que en los salones de la Abadía tiene lugar la recepción y espléndido convite del Ayuntamiento, el público se regocija en la placeta que hay delante del Colegio Dionisiano, á los acordes de la música; y las muchachas que padecen del mar de amores recorren, con poco
disimulada ansiedad, las Santas Cuevas, buscando en la piedra milagrosa de las solteras alivió á sus inquietudes. ¿No oísteis hablar de esta piedra?
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Fue consagrada por la tradición. De boca en boca corrió la fama de sus prodigios (II). Las jóvenes oyeron, de labios de la abuela en mitad del patio perfumado por la albahaca, los jazmines y la yerbabuena [sic], cómo en aquellas bendecidas galerías subterráneas y no lejos de los hornos en que los Apostólicos sufrieron el martirio, guardábase, desgastada ya por el roce de labios fervorosos y frescos, una piedra á la cual se atribuía la virtud de satisfacer las ansias de los corazones que despiertan á a la vida. Talismán del amor, quien buscase un alma gemela y con ella la dicha, bastaba que besase la fría roca y su ósculo repercutiría en otro corazón, y sería conjunto para que en plazo breve los sueños rosados de quince abriles cristalizasen en una realidad risueña y fecunda.
Y tras esta realidad van las muchachas granadinas el día de San Cecilio al Sacro-Monte, como palomas inquietas, queriendo encontrar en los subterráneos que la piedad venera, la luz del alma. Y así, cerrando los ojos para no ver la piedra del divorcio, que tiene sus devotos también, caen sobre la piedra de casarse como pajarillos incautos y sedientos sobre los juncos del río que fertiliza el valle y pasa por delante de los cármenes cantando una canción á la eternidad de la juventud.
La juventud alborotadora que se mueve en círculo sobre la explanada, contrasta con la vejez y el silencio de la Abadía, adonde solo una vez al año llega el mundanal ruido que, como renovación de sangre, remoza aquellos lugares apartados, que arrulla el Darro con su canturía sempiterna.
(I) El
Ceremonial del Ayuntamiento (vigente en 1900), dice así, respecto de esta fiesta:
“El día treinta y vno [sic] de Enero por la tarde, va la Ciudad al Sacro-Monte, en coches, á(2) las Vísperas de nuestro Patrón Señor San Cecilio, y llegan los coches hasta la plazeta [sic] de la Cruz de los Canteros, por el camino nuevo que se ha hecho, y en la Puerta de la Hermita de Señor Santiago están quatro [sic] Prebendados de dicho Sacro-Monte, los dos más antiguos en el vmbral [sic] de dicha Capilla, y los dos más modernos dentro de ella, va pasando la Ciudad por medio de dichos Señores Prebendados, y en llegando los Cavalleros [sic] Veintiquatros [sic] penúltimos á entrar en la dicha Capilla, los Prebendados que están dentro los toman en medio, y van acompañándolos; y los dos Prebendados más antiguos… toman en medio al Señor Corregidor y á los Caballeros Veintiquatros, que van con dicho Señor, y de esta manera van hasta la iglesia, y en la puerta está el Veinticuatro [sic] y Jurado Comisarios de la fiesta, para recibir á la ciudad.”
Ya sentada la Ciudad se despiden los prebendados, que vuelven al terminar las Vísperas para acompañar á los Señores en la misma forma que antes.
Los Comisarios “dan a la Ciudad Pastillas, después de tomado asiento, y salen á darla por fuera del Aprisco, con los dos Porteros más modernos”… El caballero, al recibir la pastilla habráse [sic] de poner de pie.”
(II) Con ocasión de la visita hecha al Sacro-Monte por las infantas Dª Eulalia y Dª Paz , en lejana época, cuéntase que
las egregias jóvenes preguntaron al Sr. Abad de la Colegiata, cuando se encontraban recorriendo las cuevas y en frente la piedra milagrosa, si era cierto lo que sobre su virtud se decía.
Contestóles el Abad que la gente así lo decía, pero que no había dato alguno serio para que él pudiera afirmarlo.
“Por si acaso”, la Infanta Dª Eulalia hizo que su hermana Dª Paz besara la piedra y ella misma la besó también con efusión y graciosos alardes de fe y esperanza en sus efectos, y en medio de humorísticas observaciones á sus acompañantes”.
Dentro del mismo año en que esto tuvo lugar, celebrase el matrimonio de Dª Eulalia con el Infante D. Antonio y quedó también concertado el de Dª Paz, con el príncipe de Baviera, que es hoy su esposo.
Con este hecho y con la propagación de otros análogos que los periódicos difundieron por todas partes, rodeándolos de vivos colores y de no escasas disgresiones sobre la certeza de la virtud atribuida á la piedra de las solteras, llovieron cartas de todas partes, sobre el señor Abad de la Colegiata y sobre los canónigos del Sacro-Monte, llenas de preguntas y de consultas respecto á la eficacia del beso de la piedra y de las circunstancias en que esto debía hacerse.
La más notable de esas cartas fue la de una señora americana residente en Washington, madre de siete hijas solteras, la cuál expresaba su deseo vehemente de colocar á sus siete pimpollos cuanto antes y preguntaba si era preciso hacer el viaje para besar la piedra que había que producir siete maridos ó si podría obtenerse el resultado enviando fragmentos de aquella al nuevo mundo, pagando, por supuesto, el precio que se estipulara previamente, en pago de la felicidad que deseaba adquirir para sus hijas. No sabemos si dicha carta tuvo contestación.
(2) A fin de evitar que éste texto resulte tedioso en su lectura, por el gran número de [á] acentuadas que aparecen en él, se advierte que hoy en día su uso no sería el correcto.
Gil Griman, Rodolfo. El país de los sueños: páginas de Granada, Granada: Tip. Lit. Paulino V.
Heylan, Francisco. Santos Cecilio y Tesiflón. 1584-1650. AMGR.
Abadía del Sacromonte: las Santas Cuevas. [ca. 1977]. AMGR.