Sucesos en la 2ª fase
SUCESOS EN LA 2ª FASE
Antonio Espadas Para Celia
FASE 1
Ayer un seísmo ha estremecido nuestra región. Nadie ignora las consecuencias fatales de este suceso. Si se le preguntara al tendero, su respuesta oscilaría entre la repugnancia y el estupor. Nadie sabría la respuestas adecuada que conviene dar. Parece como si todos hubieran sido sorprendidos con la telarañas aún en los párpados, y lo atribuyeran a las experiencias oníricas de la noche pasada.
Es que ninguno quiere creer que esto le haya sucedido precisamente a él, y no a otro. Acaso todo ello sea producto del desconocimiento de nuestra propia naturaleza, y quizás no esté demás reconocer que, incluso los individuos más inteligentes, ignoraron la probabilidad de que el suceso no viniese antecedido por una cadena de augurios desgraciados que pusieran en alerta a la comunidad.
Quién negaría que las mayores desgracias que nos acechan se presentan de súbito -sin la debida etiqueta, podríamos bromear si viniera al caso- y nos dejan atónitos, indefensos como recién nacidos o títeres de feria a lo que se puede zarandear, pisotear, reducir, etcétera.
Nada se puede hacer contra las circunstancias adversas sino aceptarlas y actuar en consecuencia, pero aquí sí tenemos algo que decir los individuos conscientes de nuestra comunidad. De nada vale lamentarse por lo que es irremediable, y esto, que tantas veces ha sonado en nuestros oídos, no debe caer en saco roto.
Nadie, absolutamente nadie, hubiera querido esta desgracia para nuestra comunidad (ni se lo hubiera deseado a otra). Por encima de cualquier interés particular, nosotros nos erigimos en conciencia comuún y afirmamos que la nuestra está totalmente limpia.
Ahora bien, la inocencia no nos salvará. Es preciso que cada uno de nosotros se haga la siguiente pregunta: ¿cómo puedo colaborar en la tarea de devolver la paz, la tranquilidad, el sosiego a nuestra comunidad? No se pretende aquí sembrar el pánico utilizando determinados rumos que ciertos colegas habrán lanzado a estas horas a la calle. Ni vamos a entablar batalla con ellos acerca de la valides de esos métodos para despertar a la ciudadanía, aunque no ocultamos nuestra repugnancia hacia ellos y, en consecuencia, no se dudará en denunciarlos cuantas veces haga falta. Los seres sensatos sabrán entender nuestra posición y a ellos nos dirigiremos en todo momento. A ellos apelaremos, a veces, con el silencio, que no será siempre síntoma de debilidad sino obligado respeto a la dignidad de los individuos.
A las autoridades les corresponde velar por la seguridad de los ciudadanos, de todos los ciudadanos. No osaremos desde aquí dictar las líneas de acción que, en materia de seguridad, requiere la situación. No somos técnicos. Pero no olviden ustedes que todos somos contribuyentes. No admitiremos la distinción entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. O se reprime a todos o a nadie. O se salvan todos o no se salva nadie.
Quizás estas palabras harán sonreír a alguno. Se nos acusará de ser poco realista. Se dirá que en nosotros ser poco realista es un pecado y no una virtud. Sí, aceptamos y asumimos esas críticas, que se lanzarán desde sectores muy bien definidos. Las aceptamos porque no somos hipócritas, y, al final, nos desvelará el sueño el recuento de las víctimas y no el de las pérdidas materiales. Bien lejos de nuestra intención moralizar o hacer juicios de valor sobre las consciencias de algunos...
FASE 2
Por qué descartar la posibilidad de que ella fuese hacia él sin más intención que la de jugar amigablemente. Celia no es una niña excesivamente traviesa. Eso es bien sabido. Cabría afirmar que apenas estuvo allí más de tres minutos. En todo caso, sería gratuito pensar que pretendiese herir a nadie. Si sus gestos indicaban impaciencia quizás pudiera tratarse de su natural nerviosismo. Celia dice que jamás paso por su cabeza contrariar a mama, que, por otra parte, no tenía tiempo de atender la cocina y la lavadora simultánecamente. Bien es cierto que ella no tiene por costumbre detenerse con desconocidos, que, cuando lo hace con un conocido, da impresión de frialdad. Celia es extremadamente reservada en sus manifestaciones afectivas. Entonces mamá se pregunta qué razón tuvo para escarbar en aquella maceta especialmente y no en otra del jardín.
Entretanto, del pequeño agujerito al que había quedo reducida la entreda del hormiguero seguían saliendo las maltrechas obreras, arrastrando los cuerpos inertes de los soldados...