Picio
PICIO
Rodolfo Gil Griman
ROTOTIPO de la fealdad extremada, su nombre anda en labios del pueblo desde hace un centenar de años, y ya nadie habla en España de lo más deforme sin acordarse de Picio.
Muchos creyéronlo un personaje imaginario como
Gedeón, Juan Palomo y Juan de las Viñas; y no faltó quien pensase que Picio era una corrupción del apellido judaico
Picho, que por el horror que inspiró en todo tiempo la raza deicida, presentábase como símbolo de lo más espantable. Mas, gracias al entrometimiento de un averiguador curioso y erudito, es ya cosa generalmente sabida que Picio no ha sido un ente de razón, sino una persona real y verdadera que vivió á principios del siglo XIX y que logró por la deformidad repentina de su rostro una celebridad con que nunca él soñara, en esta provincia y donde quiera se hable el idioma castellano.
Sbarbi, los sevillanos Montoto y Díaz Martin, un escritor barcelonés que tras el pseudónimo “Un curioso catalán” se oculta, el granadino Valladar y otros, han fijado su atención en este notabilísimo tipo y de él nos han dado algunos pormenores.
En esta provincia nació. Alhendín fué su patria. Allí no se le conoció otro oficio que el de zapatero y entonces su fisonomía era vulgar. Su semblante, como cualquiera otro, no impresionaba desagradablemente, ni era repulsivo, ni movía á
(1) compasión, ni despertaba la risa.
Aficionado, no menos que todos los que trabajan bajo el patronato de San Crispin, á empinar el codo, hallábase un dia sentado, á la puerta de una taberna de Alhendin, con varios amigos y compañeros. Á alguno de ellos subiósele el vino á la cabeza y lo que empezó por palabras vacías y molestas acabó en riña. Picio era allí mero testigo presencial y concurdáneo
(2). Salieron á relucir las navajas, cayó un hombre en tierra herido de muerte y huyó el agresor dejándose atrás el arma con que cometiera el crimen. No estaba el famoso zapatero para darse cuenta de lo ocurrido, ni menos aun para moverse, y sentado allí junto al moribundo le sorprendió la justicia. Trató el juez de averiguar, por la confesión del infeliz que expiraba, el nombre del criminal; pero el herido, no bien lo incorporaron, murió sin decir oste ni moste.
La autoridad judicial, entonces sospechando de Picio, al cual ninguna prueba positiva acusaba como autor de aquel delito, lo detuvo, encarceló, juzgó y sentenció á muerte, sin otro fundamento que el haberlo encontrado junto al cadáver y no denunciar al agresor, si él no lo era, como aseguraba. Ni siquiera tuvo el consuelo de ver que alguno de sus convecinos iba á declarar en su favor ante el tribunal. Abatido y resignado esperó su última hora.
Ya en capilla, próximo á expiar una culpa que no había cometido, «se la tenía muy tragada» y pensaba con horror en la horca, cuando llegó á él la noticia de su indulto.
«Fué tal y tanta—dice el Sr. Sbarbi, ateniéndose á los informes de personas que conocieron a Picio—la sorpresa que le causó tan inesperada nueva que, cayéndosele á poco el cabello, las cejas y las pestañas, y llenándosele de tumores la cara, quedó tan monstruoso y deforme que en breve pasó á ser citado como tipo de la fealdad más horrorosa. Retiróse después á Lanjarón (villa á siete leguas de Granada) donde por no querer quitarse de la cabeza el pañuelo que constantemente la tapaba, á fin de no descubrir la calva, jamás entraba en la iglesia; lo cual, observado un dia y otro por los habitantes, fué causa de que le hicieran salir más que de prisa de aquella población. Entonces se refugió en Granada donde murió en la segunda mitad del pasado siglo.
Pero no ha muerto ciertamente la triste popularidad de este desgraciado, que—
Picio, como se llamaba, ó
Pícho, como le ha llamado el pueblo—-será objeto de comparación siempre que se quiera dar idea de la belleza
per contra de una persona.
NOTAS
(1)Se ha respetado en todo momento la grafía del texto original.
(2) Concurdáneo: REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. <http://www.rae.es>
coetáneo compañero de curdas, (lexema: 'borrachera')
Gil Griman, Rodolfo.
El país de los sueños, Granada: Tip. Lit. Paulino V. Traveset, 1901