Diligencias y Autos practicados para descolgar dos cabezas de ajusticiados en Puerta Elvira y Puerta Real
DILIGENCIAS Y AUTOS PRACTICADOS PARA DESCOLGAR DOS CABEZAS DE AJUSTICIADOS EN PUERTA ELVIRA Y PUERTA REAL.
Margarita María Jiménez Alarcón
En el Archivo Municipal se custodia un expediente de 1775, con un título muy extenso en la hoja que hace de portada, cuyo tenor literal es: “
Testimonio en breve relación, y con inserción de la Real Orden de S.M. ... para que se quitasen las 2 cavezas que se havian puesto en el año pasado sobre las puertas Real y de Elvira de los 2 ajusticiados…para que se les diese tierra sagrada ...1 . El título despertó nuestra curiosidad, no sólo por el asunto, sino también por tratarse unas diligencias y autos que se practicaron en 1775 para bajar dos cabezas de unos ajusticiados, que se colgaron en 1749 y que habían permanecido colgadas y expuestas a las miradas de los transeúntes durante todo este tiempo, 26 años, en medio de los arcos de sendas puertas públicas.
Naturalmente, la lectura de todos los documentos que inserta el testimonio, nos “invitó” a indagar y a buscar información acerca de los hechos históricos ocurridos durante ese período de la historia de Granada. Fruto de estas investigaciones es el estudio que presentamos.
El testimonio alude a que los ajusticiados en 1749 eran los principales reos de un alboroto sucedido el año anterior. Sus cabezas, introducidas en unas jaulas de hierro, fueron colgadas en medio del arco de las puertas Real y Elvira.
Según se desprende de la lectura de los Libros de Actas Capitulares de 1748 y 1749, se produjo un alboroto en la Alhóndiga de Granos el 8 de octubre de 1748, en el que un grupo de personas, fundamentalmente jóvenes, protestaron para que se levantase el tributo del trigo, y como consecuencia del alboroto los hermanos Bernardo y Manuel Obregón se refugiaron en la parroquia de Ntra. Señora de las Angustias, a donde se encaminó el Corregidor y Alcaldes Mayores para intentar sacarlos de la iglesia. El Ayuntamiento, en un principio, le resta importancia a la revuelta y en la sesión del día 9 de octubre solamente hace una breve alusión de los hechos y nombra a los regidores Juan Pedro de Jáuregui y Pedro Pascasio para ir en representación al Real Acuerdo y explicar lo acaecido. Al día siguiente se presentan en la posada del Presidente del Real Acuerdo y, ante la providencia dada por este órgano el día anterior, le solicitan que vuelva “
el curso del gobierno al Señor Corregidor y diputados del por no haber habido motivo alguno separado del impulsivo de los muchachos, que solo pidieron se lebantase (sic)
del trigo el tributo que pagaba 2” .
La revuelta debió de ser considerable y tuvo bastante repercusión en Granada a juzgar por las declaraciones que posteriormente hicieron varios testigos. Manuel Garzón Pareja Garzón Pareja
3 , tomando como referencia los documentos de la Sección de Guerra del Archivo General de Simancas, hace una descripción pormenorizada de los hechos y del posterior perdón real. Según declaración de algunos testigos, los hermanos Bernardo y Manuel Obregón, “
reos de dos omicidios (sic)
y otros graves delitos”, junto con Pedro del Corral y su mujer Luisa de España, tocaron a rebato las campanas de la iglesia de las Angustias concentrándose en la puerta y alrededores gran cantidad de gente, exaltándose los ánimos entre el pueblo. Así, unos apedrearon las casas del Corregidor y Alcalde Mayor; otros asaltaron la Alhóndiga de Granos, agrediendo a los funcionarios y quemando mesas y papeles; otros se encaminaron a la Real Audiencia a protestar por los impuestos y apedrearon el edificio de la Administración de Rentas; le dieron una paliza al visitador de las Rentas, Juan de Córdova, y otros asaltaron la Aduana del Genil. En total, y según un extracto de la información practicada sobre los hechos, que referencia Manuel Garzón
4 , fueron 32 las personas que acabaron en la cárcel.
El 24 de octubre se comenta en la reunión del Ayuntamiento la llegada a Santa Fe de Juan de Villalba, teniente de general de los Ejércitos, gobernador político y militar de plaza de la ciudad de Cádiz, enviado por el Rey, Fernando VI, para conocer los hechos y castigar a los culpables. El teniente está convencido de que todos los que concurrieron al templo son reos y por lo tanto se castigará a la mayor parte de eclesiásticos y religiosos que fueron los que más concurrieron.
Toda la tropa, tanto infantería como caballería, se instala dentro del casco de la ciudad: en las casas, posadas y cuarteles, con la incomodidad y gasto para todo el vecindario. Además del deplorable estado por la falta de trigo, no hay camas suficientes en Granada para alojar a la tropa
“por la miseria del país”. El Ayuntamiento ordena, por vereda, a los pueblos de la vega, sierra y villas del Valle de Lecrín que traigan camas y que se hagan nuevas; y todo ello pagado con los arbitrios municipales.
El Ayuntamiento nombra una Comisión para ir a Madrid e implorar clemencia al Rey en
“alivio de su inocente público” 5 , y devolver a la ciudad el antiguo honor y esplendor que siempre tuvo. Juan Pedro de Jáuregui, caballero veinticuatro y uno de los comisionados, considera que la llegada de la tropa y la toma de la ciudad por ella ha sido una vejación
“a este pueblo fidelísimo” y sigue insistiendo en que los hechos acaecidos han sido producto de la “
puerilidad de algunos muchachos que sin dolo causaron el alboroto”.
Granada está consternada, los regocijos de toros que se iban a celebrar en la Carrera del Genil se suspenden, y se desmonta la plaza
6
En enero de 1749 el teniente Juan de Villalba solicita al Ayuntamiento que se le entreguen los libros de actas de 1746 y 1748 para averiguar los hechos y la ciudad expone que es un gravísimo perjuicio que salgan porque se pervierte el deber de sigilo que tienen los regidores sobre los acuerdos de la ciudad. Al final, se hace entrega de los libros al fiscal de la Audiencia que lleva la investigación. A primeros de marzo, el Ayuntamiento recibe un auto de Juan de Villalba ordenándole que en los próximos alborotos o tumultos debe de actuar con dureza y ayudar a la Justicia a contenerlos, de los contrario serán castigados ellos. El 28 marzo, Juan Pedro de Jáuregui da cuenta en sesión capitular del perdón real
7 ; Fernando VI por Real orden de 21 de marzo indulta a los 62 presos que se hallan en las cárceles con motivo del alboroto del 8 de octubre de 1748. La tropa debió de marcharse a continuación porque en sesiones posteriores se acuerda remitir un capítulo de carta a la Junta encargada de atender a la tropa para ver qué gastos se necesitan hacer para el arreglo de las casas que sirvieron de hospedaje, y no hay ninguna referencia más al alboroto en el resto del año. Solo quedó como testimonio del suceso las cabezas de Felipe del Pino y Juan de Dios colgadas en dos puertas públicas.
Las cabezas permanecieron colgadas en jaulas de hierro desde 1749 hasta el año 1775. Resulta bastante estremecedor visionar la imagen de ellas a lo largo de 26 años, en dos de las puertas más concurridas de la ciudad: la Puerta de Elvira, que conectaba el camino real de Madrid con la transitada calle de Elvira; y Puerta Real o Puerta del Rastro que, por su ubicación justo en el centro de la ciudad baja, daba acceso a la calle de los Mesones, comercial y con mucho tráfico de personas y caballerías, donde estaban las alhóndigas Zayda y de Granos, la Casa de las Comedias, tabernas y mesones que daban cabida a todos los viajeros y arrieros que llegaban, más todos los oficios gremiales alrededor de la plaza de Bib-Rambla, era el mentidero y uno de los espacios neurálgicos de Granada.
Se hace bastante difícil entender, bajo la mentalidad actual, que unas cabezas humanas pudieran permanecer expuestas a las miradas como escarmiento y castigo por parte de un monarca “ilustrado”, además apodado "
el Justo", que en todo momento pretendía ejercer y demostrar su poder absoluto sobre todos los súbditos.
El caso es que el 11 de mayo de 1775 llega una Real orden comunicada por el Conde de Ricla a Manuel Doz, presidente de la Real Chancillería de Granada, por la que Su Magestad, el Rey Carlos III, hace gracia a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Granada, a su instancia y súplica, de que se quiten las dos cabezas colgadas en 1749 de los dos ajusticiados, como principales reos en el alboroto del año anterior, para que se les diese “tierra sagrada”.
El 18 de mayo el Presidente de la Chancillería da instrucciones para que se cumpla la Real orden. Se constituye una comisión formada por Manuel de Villarreal y Juan Alejandro de Ansoti, caballeros veinticuatro en representación del Ayuntamiento, asistidos por seis alguaciles ordinarios; en representación eclesiástica se nombra a Juan Felipe de Quesada y Huertas y Francisco Chacón, rector y comisario de la Hermandad del Corpus Christi, Ánimas y Misericordia de Granada; y para practicar las diligencias y dar fe de ello, se comisionó al escribano público del número de la Real Chancillería, Felipe Gámiz, asistido de ocho alguaciles.
El 19 de mayo a las 10 de la mañana, el escribano se pasa por las Casas Consistoriales y recoge a los regidores y alguaciles municipales, pasando luego la comitiva, en dirección a la Puerta de Elvira, por el hospital del Corpus Christi, donde se unen el rector y comisario de la Hermandad de las Ánimas, encaminándose hacia la mencionada puerta. A la comitiva le acompañaba un hombre que, por su altura, fue el encargado de bajar la jaula de hierro. La jaula fue depositada encima de un paño “encarnado”, y el mismo rector sacó la cabeza “
o calavera al parecer de persona racional que segun se manifesto hera (sic)
la de el cuerpo de Felipe del Pino…”, relata el escribano, uno de los principales encausados del alboroto. La cabeza se introdujo en una caja que llevaba la Hermandad, forrada en sayal “
del que visten los religiosos del Señor San Francisco de Asís”, encintada, tachonada y con aldabones; la jaula fue recogida por el pregonero publico Juan de Medina, a instancias del escribano. Sale la comitiva con la caja, escoltada por individuos de la Hermandad con hachas de cera encendidas, seguidos por los alguaciles ordinarios y los regidores y el escribano, encaminándose por la calle de Elvira y el Zacatín a la Puerta Real, procediéndose a realizar la diligencia en los mismos términos que la anterior. La cabeza, en este caso, según refiere el escribano, era
“del cuerpo de Juan de Dios, otro de los ajusticiados por dicho alboroto…”, cogiéndola, al igual que la anterior, el rector de la Hermandad, y colocándola en la misma caja. La jaula también pasó a manos del pregonero, no quedando vestigio alguno en ambas puertas. Desde aquí la comitiva se encaminó hasta la ermita que se hallaba en el Humilladero, donde se depositó la caja, encima de una mesa con paño de seda encarnada, y quedó entregada y custodiada con hacheros y hachas encendidas, para posteriormente ser enterradas.
Después, Manuel de Villarreal y Aguilar, y Juan Alejandro Ansoti, solicitan que se expida un testimonio de las diligencias practicadas para que
“que perpetuamente quede documento en su Archivo…”; de esta manera es como, gracias a este testimonio, estamos dando noticia de estos hechos realmente sorprendentes que, si nos paramos a pensar, no ha transcurrido mucho tiempo desde que sucedieron.
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1 AMGR. C.01863.0072
2 AMGR. Libro de actas capitulares de 1748. Sesión del día 10 de octubre. Sig. L.0088, fol. 222 v.
3 Garzón Pareja, M. Historia de Granada. Diputación Provincial de Granada, 1980.
4 Ob. Cit., pág. 475. Nota 155: A.G.S. Secc. De Guerra, legajos 573 al 577.
5 AMGR. Sesión del día 11 de diciembre de 1748, fol. 226 r.
6 Juan Pedro de Jáuregui comenta al respecto que en este tipo de espectáculos se cometen ofensas a Dios en los andamios “bajo la capa de la noche”.
7 A.MGR. Libro de Actas Capitulares. Sesión de 3 de marzo de 1749. Signatura: L.00089, fol. 46 r.