Vísperas de Pascua
VÍSPERAS DE PASCUA
Le Dimanche Matin à Grenade. La Zambomba.
1851.A.M.G.R
Sig.: 03.001.02
Rodolfo Gil
o dijo verdad el gran Aristófanes. Pluto no recobró en el templo de Esculapio la vista. Aquello fué un sueño hermoso de poeta. ¡Al fin cosas de teatro!. Y lo peor no es que la ceguera de Pluto sea incurable, sino que la humanidad entera cegó contemplando el brillo siniestro de sus muertos ojos. Entre nosotros revive el culto al dios de la riqueza. No se le espera en España como á
(1) [sic] los Magos, con el quietismo y la tranquilidad del durmiente. Despiertos soñamos todos los españoles con él, y nos adelantamos á su llegada, y buscamos y llenamos afanosos todos los caminos por los cuales puede venir el Deseado, y nos proveemos de billetes para entrar en su templo y coparticipar de sus dones.
Por la fiebre que produce, parece enfermedad; por las ilusiones, amor; por sus veleidades, mujer; por el insomnio con que mantiene en tensión nuestros nervios, acreedor ó pena; por su poder, autócrata; por su contagio, peste; por su naturaleza, árbol del bien y del mal.
¡Quién lo resiste! A la Pascua de Navidad precede la Pascua de oro. Los llamados al codiciado y venerado altar son muchos, más pocos los escogidos por la deidad ciega.
Puesto uno de sus pies en la rueda alada, vendados sus ojos y con la varita mágica en su diestra, la Fortuna atraviesa los espacios, reclina su frente sobre el ara del templo de la Moneda, agita las doradas aguas como el divino soplo la serena superficie de la piscina probática, y saltan gotas como puntas de diamante, y suben por los aires columnas irisadas á modo de argénteos surtidores improvisados y se oye rumor sonoro, mezcla de palabras humanas y de armonías celestes.
Son los números premiados: bandada de palomas que subieron al sol, sedientas de luz, y caen dispersas y ciegas sobre los hogares españoles.
La vista fija en los billetes de Navidad, verdes como la esperanza, y el corazón inquieto y combatido á la vez por las caricias de una prosperidad soñada y por el aguijoneo del desengaño temido, ¿quién en nuestro país no aguarda el amanecer de es te día?. Hay que reformar el cantar de
Noche-Buena; que tampoco la noche procedente es noche de dormir.
¿Qué nos tendrá reservado á cada uno la suerte veleidosa?
Al entornar en las sombras nuestros párpados, la luz artificial dejó en la retina varios círculos de oro. Al alborear el día del sorteo, el horizonte dorado parécenos buen augurio.
¿Lo será?
Ya está ahí la
Noche-Buena. El júbilo, más que el fuego, anima los hogares. Golondrinas de invierno, la turba estudiantil retorna al cálido rinconcito de la niñez. Los leños encendidos chisporrotean y se retuercen, quizá también de alegría, cuando á su alrededor, y junto á la chimenea, ven congregados á os patriarcas de la familia y á la juventud gozosa. ¡Qué importa que la nieve estremezca con frio de muerte la Sierra, si los corazones se funden al calor de este círculo de cariño!
Las alhacenas están repletas de ricos manjares y de dulcísimos regalos. Las frutas, figuras de barro y turrones invaden las calles é improvisan una población de lona y madera en plazas y paseos. El
runrún de las zambombas, el eco de las panderetas y el dejo peculiar de los villancicos, traen á nuestra mente la memoria de otros días más felices.
Noche de amor, sus tinieblas envuelven como en una red misteriosa é inrompible á los tristes á los que fueron arrojados por las tempestades de la vida á la isla de la soledad, á los desvalidos pajarillos del arroyo, á los que en el destierro ven con los ojos del deseo las playas de la patria, á todos los desgraciados.
Muchos acorren este día á los que acurrucados en los huecos de las puertas, sienten los desfallecimientos del hambre y los calofríos del cuerpo. Nadie se acuerda de las almas desoladas, en esa noche más que nunca hambrientas de afecto y heridas por la garra sangrienta del dolor. Niebla densísima las circunda y un frío glacial las petrifica. Al través de gasas acuosas ven confusamente el desfile de la alegre muchedumbre hacia la iglesia. Y en el silencio de esta soledad del espíritu las luces de la
Misa del gallo semejan blandones de funeral.
¡Noche-Buena memorable! ¡Con cuánto entusiasmo te reciben todos y qué triste llegas a mí!
Gil Griman, Rodolfo. El país de los sueños: páginas de Granada, Granada: Tip. Lit. Paulino, 1901.
(1) Se ha respetado en todo momento la grafía del documento original